“!Soy Garite! Dios de BAKONGO. Les doy la bienvenida a mi tierra” -dijo Daniel en medio de telas y una peluca que usaba como barba postiza- “y les presento a mis dioses”.

Uno a uno fueron apareciendo, con antorchas, voladores e iluminados por  la luz de la luna, los 4 dioses que acompañaban a Garite. Junto a ellos se encontraba Tarik, todavía cojeando por haberse caído del caballo que lo transportaba, el único guerrero que ha alcanzado el equilibrio perfecto. Los dioses traían un mensaje para los participantes de BAKONGO 2010: “A este lugar llegan personas dispuestas a convertirse en guerreros que quieren conquistar la felicidad. Si ustedes están dispuestos a luchar por conseguirla, los dioses les daremos la bienvenida”.

Daniel se acomodó la barba, tomó la linterna, sacó un papel que llevaba escondido entre las telas y con voz fuerte empezó a pronunciar los nombres de quienes serían los protagonistas de esta aventura. Las palabras eran repetidas innumerables veces por el eco que producían las montañas de Colombia y nos hacia pensar que el mismo cielo estaba atento a nuestra ceremonia. Cada nuevo guerrero fue asignado a una tribu y así, Tuli, Kishar, Tanah y Udara le dieron comienzo a BAKONGO 2010.

Puede parecer un cuento de hadas pero una finca cafetera en el departamento del Quindio fue testigo de esta historia. Ahí las palabras cobraron vida, las sonrisas dibujaron sentimientos y la vida parecía una eterna carcajada. 19 niños provenientes de barrios deprimidos de Bogotá y Cali se convirtieron, junto con 20 jóvenes universitarios de Barranquilla, Cartagena, Bogotá, Cali, Lima (Perú) y Nantes (Francia), en guerreros que luchan por ser felices. Yo tuve el privilegio de ver cómo el tiempo se detenía y durante esos días una tractomula de sentimientos arrasó con nuestra cotidianidad y nos envolvió en un mundo mágico donde fuimos duendes, deportistas, cantantes famosos e importantes cazadores de talentos.

Fue una semana donde todo tenía un significado diferente.

Una piscina dejaba de ser el lugar para broncearnos para convertirse en el mayor de los retos. Para los niños era la primera vez que entraban en un estanque lleno de cloro, y para nosotros, la primera en que debíamos enseñarle a nadar a tantas personas al tiempo. El estilo libre, boca arriba, perrito o el arte de mover los pies para no dejarse hundir me dejaron marcada la espalda con los rasguños de los pequeños que se aferraban con fuerza por miedo a hundirse y fue el dolor más gratificante que he sentido.

Un recorrido por los cafetales, una carrera de observaciones por un pueblo típico y una comida elegante que termina con un baile “igual que en las películas”, fueron las pinceladas adicionales que crearon esta obra maestra. Niños y jóvenes se convirtieron en artistas de una semana que dejó tantos recuerdos que, como aquel que talla su nombre en un árbol, quedarán grabados en nuestros corazones.

Ahora que se terminó, y viendo las insignias ganadas colgar orgullosas del corcho de mi cuarto, solo me queda agradecer a todas las personas que hicieron esto posible. A quienes un súper-fuerte aplauso conquistó el corazón y a todos los que por medio de redes sociales siguieron nuestra aventura.

A ustedes Bakonguianos por haber sido cómplices y regalarle una semana inolvidable a los niños.

A ustedes Bakonguianitos porque yo también, como dijo Dani. Trujillo, me siento orgulloso de ser un niño y lo seré toda mi vida.

Al Staffkonguiano porque ustedes, con su trabajo e imaginación, lograron rescatar las sonrisas.

Y usted que hoy acaricia estas palabras porque espero que las fotos de este LINK lo inviten a arriesgarse a cambiar el mundo. Los esperamos en BAKONGO 2011!